viernes, 31 de marzo de 2017

Nuestro lugar




No se trata de negar todo lo obrado. Tampoco de imitar, plagiar o ignorar, al menos en consciencia. Se trata de formar una base ideológica experiencial y construir, a partir de ella, el balance retórico que tanto agrada a los especialistas y que, sin lugar a dudas, constituye uno de los propósitos primarios de nuestra organización.

De esta forma, estas líneas rehúsan desde el principio ser un marco teórico funcional, al mismo tiempo que pretenden sí, indagar en los pilares esenciales, las creencias de base que constituyen nuestra forma de percibir y dar sentido a nuestro periplo, planteando más preguntas que respuestas y con la esperanza de que esto último cambie jamás. Tal vez la única forma de delimitar el espacio de realidad en el que nos situamos y hacia donde vamos, sea levantando líneas aún precarias, quizás, de sentido y sustento, mas no de espíritu. Pues bien, ¿comencemos?

Afirmando la mejilla contra el frío de la cerradura, múltiples ciencias estudian el fenómeno humano. Todas desde una puerta distinta, deduciendo e induciendo, especulando y calculando, afirmando y negando, presentando modelos y teorías desde paradigmas ancestrales, donde el cálculo de veracidad es directamente proporcional al temporal. Y está bien. Imposible sería comprender nuestro propósito y es el misterio quien nos mantiene en la búsqueda. Nuestra propuesta no es distinta y es necesario comprenderlo, aceptarlo y abrazarlo.

Desde esta consciencia dibujamos al ser como un tejido de redes interconectadas en constante movimiento y acción. Tal como una artesana da vueltas y vueltas por el telar uniendo puntada tras puntada variados hilos en colores, formas y grosor; que el ser se construye articulando emociones, conocimientos, acciones, herencia genética y cultural, recuerdos, energía… y cuanto más podamos nombrar y no; como posibles condicionantes y no determinantes, hacia la formación de una persona que jamás acaba, que se forma y re-forma en ritmo perpetuo y constante.

Cada uno de los hilos de este tejido, de forma consciente e inconsciente, forma el paradigma de lo humano como ser individual y diverso, y es a través de él que el tiempo y el mundo, lo sensorial y todo aquello que no lo es, al unísono, cobran sentido para él. 

¿Cuál color será predominante?, ¿qué forma tendrá en un momento determinado?, ¿cuántos hilos serán utilizados en la construcción del tejido?, son preguntas que han cobrado especial relevancia en estos tiempos, quizás más que nunca antes, al examinar una realidad que poco se ha ocupado del ser, frente al deber y al hacer.

Hemos participado en la construcción de espacios fríos de sentir, fríos de expectativas, hablado de determinación, de categorías discretas, de conocimientos útiles, de oportunidades, de igualdad y su ficción. Hemos basado nuestras acciones en la misericordia, el trabajo en la dignidad, el intercambio en la rentabilidad. Hoy nuestra sociedad se presenta carente de emoción, con un rumbo trazado por la violencia de una cultura hegemónica que silencia nuestro sentir y que poco a poco, nos vuelve más violentos.

Sin embargo, lejos de pesimismos frente al estado actual de las cosas y compartiendo ideales de base de tantos otros, concebimos el espacio educativo como la esfera de protección suficiente que dote a este ser, a cada uno de los hilos de nuestros tejidos, del sentido que naturalmente le pertenece.
Sin reducir el aprendizaje a edades, murallas, currículo, cognición y uniformidad, sino observándolo como un estado constante del ser, en todo espacio y momento, vemos en esta acción la base para transformar y no reproducir, donde conflicto no es violencia, sino desafío, diálogo, conexión y crecimiento. 

En nuestra experiencia vital y profesional, la emoción no es accidental al proceso de aprendizaje, sino condición de existencia del mismo, pues, si se lo permitimos, lo dota de valor único e imperecedero. Significativo. Transformativo.

De esta forma, si buscamos revitalizar esa emoción que, muchas veces, lucha por ser escuchada sin cuestionamientos patológicos, sin categorías estáticas ni prejuicios, esa emoción que activa nuestra mente en conexiones y deseos, que nos vuelve creativos y empáticos; lograremos aprender no solo del mundo que nos rodea, sino de nosotros mismos y de nuestros desiguales, aquellos con quienes nos conectamos.

Rechazando la igualdad como un mínimo útil para el funcionamiento de las categorías actuales, aspiramos a reconocer en nuestra diversidad, con empatía, justicia y honestidad, la forma de relacionarnos.

En este sentido, concebimos el arte como una de las agujas que puede unir los hilos que conforman nuestro tejido, al mismo tiempo que permite el establecimiento de vínculos no superficiales y abre las puertas para analizar y criticar nuestra realidad, apuntando a la creación y transformación de materia y pensamiento.

Querida lector, acordamos una presentación, el lienzo esencial -casi blanco casi terso- de aquello que nos une y constituye, alejándonos por ahora de citas y legalidades, pretendiendo solamente situar el espacio ideológico que guía nuestro actuar, conscientes de lo ilusorio de fijar imperativos y reconociendo nuestra inocencia, al mismo tiempo que luchamos por mantenerla. Siendo así, solo resta afirmar…

Somos Educasentir