miércoles, 18 de noviembre de 2015

Violencia escolar: nuestra deuda con la emoción.

Con un grupo de profesionales de diversas disciplinas, hace ya más de un año emprendimos el proyecto de levantar una ONG que apostará por comenzar a integrar la emoción a la educación, de darle importancia a ese aspecto tan fundamental del ser humano, que hoy ha sido dejado totalmente de lado. Este emprendimiento actualmente lleva el nombre de Educasentir, un proyecto que busca llevar a las personas la Educación socio – emocional. Programas, talleres, capacitaciones entre otros, con una metodología transversal enfocada en el trabajo de las emociones y la comunicación con el entorno, son la base de lo que ofrecemos.

Durante este semestre nos hemos enfocado en recorrer diferentes establecimientos de Valparaíso y Viña del Mar, compartiendo nuestras propuestas y metodología. Más allá de los datos cuantitativos que se pueden obtener de investigaciones en educación, quisiera enfocarme un poco, en ese dato cualitativo que emerge del relato de los que día a día, más allá de la teoría y los números, deben enfrentarse a la realidad de cada institución educativa: docentes, inspectores, directores, psicólogos… El recibimiento de estos actores a nuestra propuesta ha resultado positiva, siempre con un argumento que apoya la iniciativa de incorporar la emoción a este proceso, que respalda desde la experiencia en las aulas, lo necesario que es incorporar nuevas prácticas en el trabajo con niños, niñas y adolescentes, que promuevan un desarrollo realmente integral.

Algo en lo que coinciden los diálogos que hemos sostenido con estos diversos actores de la educación, ha sido la falta de estrategias para implementar una real y efectiva política de “convivencia escolar”.  La violencia de nuestra cultura se manifiesta fuertemente en estos momentos en nuestros niños, niñas y adolescentes, generando un fenómeno psicosocial que afecta de manera transversal al sistema educativo. A nivel de política pública, en el 2011 se implementa una Política de Convivencia Escolar, con 3 ejes principales: formación, donde “se enseña y se aprende a vivir con otros” (textual según plantea el MINEDUC); participación y compromiso de la comunidad educativa, a partir de roles, funciones y responsabilidades de cada actor de los estamentos; y por último,  el tener presente que todo actor de la comunidad es sujeto de derechos y responsabilidades. ¿Cómo implementamos esos 3 ejes en cada institución? Es aquí donde aparece el actual “Encargado/a de Convivencia escolar”  a quien se le sugieren funciones tales como:

“Promover la participación de los diferentes estamentos comunitarios, disponer de la implementación de medidas para la convivencia escolar, elaborar un plan de acción, coordinar iniciativas de capacitación para la promoción de buena convivencia, y promover el trabajo colaborativo entre los actores de la comunidad. “

De lo anterior, quiero rescatar lo siguiente, analizarlo y reflexionar. En el eje de formación se menciona: “se enseña y se aprende a vivir con otros”. A la base de esta idea, debiese estar que como adultos estamos capacitados, tenemos las competencias para poder enseñarle a nuestros niños, niñas y adolescentes a vivir desde el buen trato, erradicando la violencia de las prácticas, pero seamos sinceros ¿tenemos estas competencias? ¿Existe alguien competente actualmente, en su totalidad, para hacerlo? Probablemente, con estas preguntas se pensará en profesionales que se han formado con post – títulos en convivencia escolar, que gracias a esto, debiesen estar capacitados para efectivamente, poder formar a otros. La verdad, es que me atrevería a decir, que a pesar de los años de estudio, o los grados académicos que puedan poseer, no necesariamente lo están.

Nuestro sistema educativo, en cualquier de sus niveles se enfoca en el desarrollo cognitivo, y cuando hablamos de convivencia escolar, no es la excepción. Se trabajan teorías que explican la violencia, se abordan estrategias para afrontarla, logramos comprender como la cultura nos hereda las prácticas violentas, pero ¿en algún momento se hace un trabajo personal, respecto de cómo erradico estas prácticas violentas que yo, como sujeto inserto en una cultura violenta también poseo y desarrollo en mi día a día? Más allá de la intelectualización frente a la violencia, es el tema de como la vivenciamos y como actuamos frente a ella. Cuando estoy inserto/a en una institución educativa donde hay violencia, como integrante del equipo educativo, ¿ejerzo violencia de alguna manera a mis pares y/o alumnos/as? Sea violencia física, psicológica o simbólica. Sea con gritos, invisibilizando e ignorando a alguien, discriminando por ser diferente o vulnerando propiamente tal, alguno de sus derechos.

Es complejo, el plantear una Política educativa de Convivencia escolar, que es implementada por personas que también violentan. Es responder a la violencia, con más violencia. No se llega a una solución, solo se convierte en una ilusión donde se crean cargos y procedimientos, que dejan la sensación de que “nos estamos haciendo cargo del problema”.

Creo, que para comenzar a trabajar realmente el tema de la violencia en el sistema educativo, es necesario un trabajo individual de quienes se desenvuelven en él. Cada persona tiene una deuda consigo mismo cuando de violencia se trata, una deuda de sanar las heridas, que la violencia en sus diferentes formas ha dejado inscrito en sus prácticas y en su forma de estar y ser en el mundo.

El sistema educativo que hoy tenemos, solo fomenta y potencia la violencia. Debemos considerar, por un lado, que la violencia emerge cuando la comunicación desaparece, cuando el lenguaje que socialmente nos caracteriza no nos es suficiente para manifestar lo que queremos decir, lo que pensamos o sentimos. Y es en este último punto, donde el sistema educativo genera el gran daño, en el sentir. Mientras crecemos en la escuela, uno de los principales escenarios en los que vivimos, se omite por completo nuestro aspecto emocional, o en alguna de las asignaturas que se cursan, ¿te enseñan a manifestar una emoción? ¿Qué hago cuando siento pena o rabia? ¿Me la guardo, la reprimo…  o la expongo?

Nuestras emociones, y como nos relacionamos con el resto, son un aspecto fundamental en el origen de la violencia que hoy caracteriza a nuestra sociedad, y debiesen ser el centro de la intervención cuando queremos avanzar en temas de “Convivencia escolar”, y no solo enfocando este trabajo a niños, niñas y adolescentes, sino que también considerando lo importante que es incorporar en esto a los adultos y adultas, que jugamos ese rol de modelo y reproductor de nuestra cultura. 

1 comentario:

  1. Hola Soledad, Qué agradable leer tu post. Lo agradezco.

    Coincido contigo en el proceso inmerso en el reconocimiento de nuestras emociones y el valor de la comunicación, entre otros factores.

    Que estés bien!

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